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                                SINOPSIS                                 

Elena, la chica que aprendió a vivir con el don espacial para ver a los espíritus debe sufrir lo que ella misma a descrito como una "serie de catastróficos eventos". Debe tomar una gran decisión, sin embargo, y ante lo adverso de la situación, comienza a recordar cómo es que ha llegado hasta ese momento tan crucial en su vida. Junto con sus recuerdos nos habla de su encuentro con Luca, la extraña desaparición de sus padres y el nuevo chico que llegará a cambiar el curso de los acontecimientos...

                                 PRÓLOGO                                

       

 ¿Cómo esperar que haga lo correcto cuando todo lo que ha pasado por mi vida a sido incorrecto? ¿Cómo esperar que tome mis propias decisiones si todas en el pasado fueron de otros?


          Sin embargo aquí estoy, en medio de una decisión que tomar, Will y Luca me miran, expectantes y alertas porque sólo hay unos pocos minutos, May no lo hace, más bien no mira nada, esta bloqueada por el shock del momento. Pero yo, como en un segundo plano, que parece más una eternidad de momentos, comienzo a recordar el por qué me encuentro aquí; y como un dejavú los recuerdos brotan de mi memoria y salen a relucir como pequeñas llamas de luz entre la oscuridad de este bosque encantado.

         Y es que hasta hace poco puedo ver las cosas con claridad. Mi existencia completa, incluso antes de nacer, ha estado rodeada de una serie de catastróficos accidentes que, indudable e irremediablemente, han cambiado mi forma de ver el mundo que me rodea. 
Desde el momento en que mis padres desaparecieron de un momento para otro, sin dejar más rastro que un pequeño colgante, pude sentir que nada, absolutamente nada podría salvarme del destino que estaba escrito para mí; y ahora, en el momento más inoportuno, comienzo a recordar los acontecimientos que han estado persiguiéndome desde entonces.

                       CAPITULO I (PARTE I)                       
       
LUCA 
       
     Aunque sólo llevaba 3 meses en la ciudad, ya había logrado seguir mi rutina de antes. El colegio, los estudios y un par de amigos...todo lo tenía cubierto perfectamente, y esto me dio la sensación momentánea de que todo podría ser normal por lo menos una vez en mi vida. Y aunque indudablemente mis mayores problemas comenzaron con la llegada de Will al instituto la situación para ese entonces ya estaba bastante adelantada, es por esto que si realmente se quiere conocer la historia completa de lo sucedido hay que remontarse a los tiempos de mi antigua casa, cuando apenas tenía 12 años. 

      Desde pequeña mis padres se dieron cuenta que era una niña diferente; mi apariencia era como la de un elfo, siempre entre los arboles, escurridiza, de pocas palabras, casi sin hacer contacto con la gente que me rodeaba, sumergida entre mis propios pensamientos la mayoría del tiempo, con una mirada de la que pocos pueden escapar porque como dicen, atrapa hasta al más astuto de los animales, y sin embargo lo que más espantaba a las visitas era cuando lograba abrir la boca, porque entonces nadie podía hacer otro gesto que el de una poco disimulada mueca de horror. Es que de ella no sólo salían mis palabras y mis pensamientos, ocurría a veces que aquellos seres que nuestras visitas habían perdido hace poco llegaban a la casa y expresaban a través de mí lo que no habían logrado decirles antes de irse, encontrando conmigo su última esperanza.

      A pesar de esto la mayoría de las veces salían huyendo, sin escuchar una palabra de lo que decía , y en el peor de los casos me vetaban de su familia no dejando que ninguno de sus hijos se acercara a mí, por lo que paulatinamente me fui cerrando más al mundo exterior y adentrándome más hacia aquel que estaba lejos de esta realidad.

      Mi madre, como cualquier otra, no hizo más que empeorar las cosas, me ingresaron a miles de hospitales diferentes donde me realizaban pruebas de todos tipos y cada uno me diagnosticaba una patología nueva. Nadie lograba explicar del todo lo que me ocurría, mis premoniciones, la capacidad para saber lo que pensaban las personas, la leve hipotermia que ocasionaban mis conversaciones con gente no-viva, todo esto lo atribuían a una esquizofrenia pero no encajaba 100%. Hasta que un día por fin se detuvieron, y simplemente me dejaron tranquila. Luego, un sábado sin previo aviso mis padres comenzaron a empacar sus maletas, me pasaron un pequeño collar, un sobre con dinero, un beso de cada uno y se fueron. Ahí me quede yo, sentada mirando las hojas caer de los arboles, hasta que un hombre llego a buscarme. A mis padres nunca más los vi. 

        Entré entonces al orfanato "amanecer" y quedé a cargo del Sr. Knight que aunque parecía una fea y extraña persona al comienzo, cuando llegabas a conocerlo podías apreciar la sencillez de su corazón.

      - Mala situación es la queda para ti ahora pequeña Elena, tus padres no parecen haber dejado rastro y lo único que puedo hacer es contactar a tus tíos del sur de la ciudad- decía apresuradamente el Sr. Knight al mismo tiempo en que tomaba mis cosas y las subía al pequeño auto azul que me llevaría al orfanato.

     - Si- mis palabras eran más bien susurros.

     - No debes sentirte mal hija, la verdad no creo que tus padres te hayan abandonado, yo los conozco y no son de esa gente. Algo debe haber ocurrido- decía como quien espera un brote de alegría para quien esta escuchando.

     Lo que él no sabia era que verdaderamente no me dolió cuando se marcharon, suena mal decirlo pero es cierto, es como si nunca los hubiese sentido realmente mis padres, sino más bien unos guardianes que esperaban cumplir con su trabajo para poder marcharse y librarse de la situación. 

    Mi llegada al orfanato tampoco fue de las más acogedoras, el lugar ya estaba sobrepoblado hace varios años por lo que nadie estaba muy preocupado de una pequeña niña extraña y con unos padres ausentes, habían casos peores que atender. A pesar de todo no me sentí como un bicho extraño y me instalé en un rincón de la pieza de las niñas, junto a un montón de ropa que parecía sin uso.
   
   Salí al patio y el verde del lugar me sorprendió de sobremanera, sin embargo mi vista se posó sobre un pequeño niño sentado en un árbol, parecía distante, como perdido en el espacio, una brisa helada recorrió mi espalda y eso me tranquilizó, me hizo sentir a gusto. Me acerqué lentamente para verlo más detalladamente y aunque parecía no haberme visto no alcancé a dar más de 3 pasos cuando escuché:
    
    - No me gusta que me acechen, Elena - dijo casi con un toque familiar en su voz.

    - Sólo quiero mirarte, pareces un poco triste. - repliqué, pero no sin sentir un poco de miedo.

    - No nos conocemos y acabo de decir tu nombre, ¿eso no te asusta? -  Esta vez se había volteado a mirar y pude ver su rostro completo.

    - Pocas cosas me asustan realmente. ¿Cómo te llamas?

    - Luca - dijo mirándome fijamente. Sus ojos azules dieron con los míos, y entonces pude notar algo que no había visto al principio. No estaba en ellos el brillo. El brillo que tienen los ojos cuando la gente esta viva.


                       CAPITULO I (PARTE II)                       

LUCA 


- ¿Nombre? - la voz de la mujer era seca, distante y el lápiz en su mano escribía como por inercia.

- Elena Mariè Betrov - intenté decirlo lentamente y pronunciarlo como lo hacía mamá porque le daba un toque antiguo y extranjero propio de la realeza colonial.

- Betrov? - dijo como si la palabra le resultara familiar y esperó unos segundos para escuchar mi respuesta.

- Sí, Betrov. Mi padre era Gustav Betrov - se lo dije como quién habla de un gran inventor famoso cuando siempre supe que no pasaba de ser un arquitecto frustrado. 
Luego de esto su rostro pasó del signo de interrogación a la completa indiferencia.

- Bien, con esto acabamos el registro. Ahora pase a su cuarto Srta. Betrov.

       Así terminó la entrevista con la directora del orfanato y como era de esperarse nada mejoró para mí después de ser ingresada al libro del registro y me incorporé oficialmente a la lista de huérfanos del pueblo.

        Al llegar la noche, todos como en una rutina previamente ensayada nos dirigimos a nuestros cuartos de la forma más expedita posible, sin gritar ni hacer ruido, para no molestar a las cuidadoras. Yo me acosté de las primeras, sin embargo, no podía dormir, y aunque en primera instancia lo atribuía a la gran masa de gente que sobrepasaba cualquier límite dentro de la habitación la verdad era que el rostro de aquel extraño no se salía de mi cabeza.

      Luca, el chico de la mirada apagada, luego de nuestra extraña presentación, se había marchado sin siquiera despedirse y la interrupción de una de las cocineras que llamaba a cenar le dio tiempo suficiente para escapar sin ser descubierto. 
      Junto con su magistral huida, las interrogantes que quedaban en el aire eran muchas... ¿Por qué sabía mi nombre?, si se tratara de un fantasma, ¿Para qué iba a hablarme? Y es que hasta ahora todos los espíritus que habían llegado hasta mí no habrían la boca para nada, no se comunicaban directamente conmigo y mucho menos sabían mi nombre; ellos más bien me miraban con esos ojos extraños, apagados, y eso bastaba para que supiera a lo que venían; pero con Luca era diferente, no sabía lo que quería y no sabía lo que pensaba.

     Pasaron las semanas y nada volví a saber de él, intenté averiguar un poco pero nada, todo era inútil, y comencé a creer que muy probablemente fuera un alma vagabunda de esas que nunca pueden irse de este planeta. 
     Del pensamiento pasó a la memoria, y aunque la próxima parada era el olvido, me fue imposible quitarme su imagen de la cabeza. El problema no era su esencia paranormal, porque esa clase de cosas me persiguen (y perseguirían) como imanes, el problema era que a pesar de todos los encuentros extraordinarios que rodeaban mi existencia, ninguno merecía la pena recordar, ni con alegría ni con nostalgia... hasta ahora.
    Pero como era de esperarse no le presté más atención al asunto y al final me rendí, no lo busqué más, después de todo, era bastante buena dejando pasar las cosas por la vereda de enfrente o esquivando los asuntos que pudieran lastimarme.

    Llegó el invierno y junto con él el intenso frío, en esos días los chicos comenzaron a salir menos y a dormirse más temprano, mi rutina, a pesar de los grandes vuelcos que había dado mi vida, era la misma de siempre, no me metía con nadie y a todos se les daba muy bien ignorarme por lo que prácticamente me sentía igual que siempre. Una noche en especial, al irnos a la cama, sentí que la habitación estaba más sofocante que de costumbre, me era difícil respirar y la sensación de mareo me llevó a la frustración en pocos minutos.   
    Las horas pasaban lenta y sigilosamente,  y cuando finalmente salieron los primeros rayos de sol mi ahogo dentro de esa pieza había llegado a su límite. Salí. Las cuidadoras que ya estaban levantadas no me dijeron nada  ya que mientras no las molestara no me tomarían en cuenta y en aquel momento eso era perfecto para mí.
    Afuera, el frío era como un puñetazo en los pulmones y dolía un poco respirar, pero la belleza del sol saliente llegaba a inundar el bosque de colores únicos y eso compensaba cualquier sacrificio. Sin premeditarlo   me dirigí lentamente hacia el árbol donde se había sentado Luca el día que nos conocimos, el tronco torcido formaba un lugar perfecto para descansar y la altura entregaba una vista privilegiada del lugar. 
Me acomodé a modo de escondite, y esperé allí sentada, ¿Qué esperaba?, no lo sabía realmente, pero pasaron los minutos, las horas,  y la paz del lugar era tal, que si prestabas atención sentías el latir de la tierra y el sonido del silencio 

- Si te quedas ahí te vas a morir Elena - una voz salió desde los árboles y el responsable de ella se acercaba lentamente hacia mí.

- La verdad no tengo tanta suerte - lo dije con tanta trivialidad que me asombré de lo bien que podía ocultar el júbilo que sentía en el momento.

- No resultaría bueno si te mueres, sería problemático para los dos- esta vez la voz se escuchaba al lado mio. Abrí los ojos para poder verlo, aunque me llevé la sorpresa de que ya se encontraba al lado mío. 

- ¿Por qué te importa tanto? - se lo dije algo molesta, a pesar de todo me resultaba incómodo que siendo un extraño me hablara así, pensando además que podría ser un espíritu - sólo soy otra huérfana sin familia a quien nadie recordaría y para ser sincera te preocupas demasiado por mi vida... cuando no sé si aún conservas la tuya - las palabras se agolpaban en mi garganta, como si quisiera preguntar muchas otras cosas.

Luca sonrió, aunque yo lo vi más como una mueca de ironía. Aproveché el instante para salir de todas las dudas.

- Oye Luca ¿Tú... estas muerto cierto? - esta vez se lo dije sin rodeos, él me miró fijamente como queriendo descubrir una intención escondida entre mis palabras sin embargo estoy segura que mi rostro en ese momento no tenía expresión alguna.Finalmente agregó: 

- Pero mira que saliste directa Elena, me lo dices sin una pizca de delicadeza, como si estuvieras comentando el clima. Que poco tacto ¿no te parece?.

- Responde - esta vez lo miré a los ojos, y como lo suponía, el brillo que buscaba no estaba allí.

- Esta bien, tranquila, no es necesario que te enojes.- se acercó hasta quedar a 1 cm de mi oído y susurró - Puedo explicarte todo en estos momentos si así lo quieres.

Su respiración era tibia y eso indirectamente me dio ánimo para responder:

- Eso mismo quiero y evita los acertijos conmigo, dime la verdad. - He inconscientemente sabía que en esos momentos estaba abriendo una puerta que nunca más podría volver a cerrar. 



                       CAPITULO II (PARTE I)                      

CIRCUNSTANCIAS

El tiempo que transcurrió hasta que Luca volvió a hablar fue la eternidad más larga que había aguantado hasta ahora. El frío para ese entonces me obligó a resguardar manos y brazos entre las piernas y Luca, al darse cuenta de que me congelaba, exclamó:


  - Ya te dije que si te mueres sería un problema Elena, ¿Por qué no sales más abrigada?


  - No me gustan los abrigos- era verdad, nunca me habían gustado, parecía que me ahogaba en ellos.


  - Entonces deberías ir a dormir ¿No crees?


  - No quiero, deja de desviar el tema.


  - Entonces no me dejas más remedio... 


     Y junto con decir esto se acomodó por detrás mio, me rodeó y apretó fuertemente con sus brazos. En un comienzo estuve a punto de apartarlo de un golpe pero luego de unos segundos pude sentir su lenta respiración junto a mi mejilla, su cuerpo tibio y el calor que lo traspasaba para llegar al mio. No recuerdo cuánto tiempo nos quedamos así, sólo sé que luego de un rato comenzó a nevar aunque el frío ya no lo sentía
      La situación se había tornado tan perfecta que quise olvidar por un momento las sospechas y las dudas que  me atormentaban. Pero al final, fue imposible, quería saber la verdad a como fuera lugar.


     - Luca...deja de dilatar el asunto y habla por favor - mientras se lo decía mire el cielo que se había llenado de estrellas con la oscuridad que provocaba la tormenta.


     - No...espera - y me apretó un poco más, aunque pude sentir un pequeño temblor en sus manos- Solo unos segundos más - y al decirlo escondió su cabeza en mi espalda. 


      Quise abrazarlo también pero un fuerte sonido nos interrumpió, era la puerta del orfanato. Una de las cuidadoras se había dado cuenta que yo no estaba y había salido a buscarme al patio. Miró hacia todas las direcciones y en un principio pareció no verme, pero la mujer no se dio por vencida y terminó apuntándome con su dedo acusador. 


   - ¡Elena!, ¡Elena!, ¿Eres tú? - gritó fuertemente pero el sonido apenas era audible donde nos encontrábamos nosotros.


   - Nos descubrieron - le dije a Luca con una sonrisa en un tono de complicidad y me voltee a verlo , pero pude notar que su expresión había cambiado por completo y ahora parecía preocupado.


   - No te vayas...- terminó diciendo, casi rogando, luego de unos momentos y me tomó de la cintura.


   - Si no me voy vamos a tener problemas Luca... me van a castigar y a tí....-no alcancé a terminar la frase, cuando percibí que Luca me acercaba  lentamente hacia él - Luca...¿Qué haces?


   - Una locura, pero por favor, no hables,  necesito un poco de valor para esto - me susurró mientras dibujaba una sonrisa.


     Obedecí sin hacer preguntas, parecía más asustado que yo pero su decisión era poderosa y terminó por llevarme hacia donde estaba él... y luego de estar frente a frente, nos besamos. 
      Los segundos que duraron nuestros labios tocándose fueron suficiente para desaparecer todo lo que estaba a nuestro alrededor, el frío, los problemas, las dudas, el orfanato, mis padres desaparecidos, sus secretos, todo, absolutamente todo se esfumó y sólo quedaron nuestras almas, uniéndose, fundiéndose en una sola. 


    - Lo lamento tanto Elena - dijo cuando todo había terminado, una lágrima caía por su mejilla.


    - ¿De qué hablas? - dije todavía algo embriaga de su boca - no tienes que disculparte yo...


La mujer había vuelto a gritar, esta vez ya sabía que era yo y aunque hubiese preferido no responder tenia que hacerlo para no generarle problemas a Luca.


   - Qué mujer más molesta...-murmuré antes de girarme hacia ella - ¡Sí Srta. Munch, voy enseguida, quiero terminar de hablar con mi amigo, no tardo - ¿Amigo? estaba bien ¿no?, era mi amigo...


   - ¿Amigo? ¿De qué estas hablando Elena? ¿Acaso te dio fiebre? ¿En dónde esta tu amigo? - grito ella casi enseguida.


   - Aquí...justo al lado mío... - apunte a Luca, pero recuerdo que mientras lo decía mi voz sin quererlo se iba apagando.


    Nuevamente pude sentir el frío de antes en mi espalda y mis manos. Pensé por instante la respuesta lógica, la explicación imposible para que ella no lo estuviera viendo, pero era inútil, Luca seguía ahí, ella estaba enfrente y yo aún tenía el sabor extraño de sus labios en los míos.
Lentamente me fui girando, junto con su cara, pude ver la sonrisa siempre irónica que se formaba en su rostro, tan distinta de la que tenía hace un momento...


  - ¿No vas a decirme nada? - su tono de voz también había cambiado, podía sentir la pena y angustia en cada una de sus palabras, aunque intentara disimularlo.


  - Supongo...- y mientras lo decía tomé aire y miré el cielo ya completo de estrellas - supongo que ya lo sabía desde hace tiempo - tuve que apretar un momento mi labio inferior para no ponerme llorar - siempre...fue lo más lógico ¿no?


  Y así fue como toda la felicidad construida se desmoronó en menos de un segundo, uno más de los eventos catastróficos que rodeaban mi vida se hacía presente. Comencé a sentirme mareada, enferma, y todo a mi alrededor parecía dar vueltas, y de un momento a otros, todo se fue a negro... 
 - Elena tengo miedo.... ayúdame  - ¿Luca? - su rostro estaba cubierto de sangre - ¿Qué te pasó?¿Qué tienes? - Elena no dejes que me muera, por favor, no me dejes sólo. Ayúdame - Pero Luca - intenté calmarme para no entrar en pánico- tu ya estas muerto ¿Lo recuerdas? -  Y recordé entonces todas las personas que antes que él habían llegado hasta mí sin comprender que se habían muerto, sin aceptar aún su condición - Elena, las cosas son más complicadas de lo que parecen, no puedes confiar en nadie... 
      Desperté. 7 a.m. ¿Qué había pasado? ¿Un sueño? ¿Una pesadilla? Quizás ninguna, quizás todas a la vez, pero el recuerdo de Luca empapado en sangre no se me quitaba de la cabeza. Estaba en mi cama, no había nadie más en la habitación, y luego de unos minutos alguien llegó.


  - Al fin despiertas Elena, me tenías preocupada - era la Sra. Munch - Tienes que empezar a comer niña, todo lo que te pasa es porque no te alimentas bien - sentenció la mujer.


  - ¿Qué me pasó?


 - ¿No lo recuerdas? Estuviste afuera toda la mañana hasta que te desmayaste


 - ¿Qué? ¿Entonces fue real? - me levanté de un salto de la cama - ¿Donde esta Luca? - me fue imposible disimular la desesperación.


 - ¿De qué hablas Elena?, entiendelo, no estabas con nadie, estabas SOLA, le hablabas al aire, al cielo, a la tierra, pero nadie estaba allí contigo - su voz esta vez sonaba molesta - Luego te desmayaste.


 - Oh...- creo que con esa simple exclamación se fue todo rastro de esperanza que guardara con Luca. 


   ¿Qué mas podía hacer?, ya todo estaba claro, ahora tenía lo que estaba buscando, pero no por eso el dolor fue menos intenso. Lo único que podía hacer ahora era encontrar a Luca y ayudarlo a salir del limbo en el que se encontraba, ayudarlo a encontrar el descanso eterno.
    El dolor en mi pecho se agudizó y tuve que volver a la cama, ya no podía estar derecha, por lo que me acurruqué en lo más bajo de las sábanas. La Sra. Munch sólo me miraba, pero creo que entendía mucho más de lo que decían sus palabras. 


 - Elena, entiendo que te sientas mal, pero el Sr. Knight llegó hace un momento e insiste en verte, dijo que era importante ¿Le digo que entre?


 -  Sí, gracias Sra. Munch


¿Qué quería conmigo el Sr. Knight? No lo había visto desde que había llegado y en realidad lo último que quería era hablar con él. Finalmente llegó, me saludó y se sentó a mi lado.


 - Tengo algo muy importante que contarte Elena, algo que quizás cambie tu vida de ahora en adelante - él parecía contento y nervioso, pero no se daba cuenta que ya no quería más noticias, que en lo único que pensaba era en Luca.




                       CAPITULO II (PARTE II)                     

CIRCUNSTANCIAS


            - ¡Elena ayúdame!

           - ¿Disculpe? – Miré al Sr. Knight para saber si había sido él, pero el hombre no parecía haber sentido nada.


Mi inesperada visita, luego de llegar, había comenzado una larga e infinita conversación que realmente quise entender, pero desde el momento que entró me di cuenta que ya me había perdido, el problema era que no tenía intención de hablar con él y aunque una parte de mí me pedía que fuera cortes y servicial ciertamente lo único que esperaba era que se fuera.

         - Como te decía Elena, esta es una gran oportunidad para ti.

         - ¡Elena! No me dejes sólo, no puedo continuar sin ti, no quiero estar sólo en esto.

      - ¿Qué está pasando? – miré a mi acompañante ya algo asustada, él al no entender nada se limitó a pensar 
que seguía mal por lo del desmayo.

Sabía que Luca no estaba ahí, pero definitivamente era su voz la escuchaba a cada momento, ¿Qué ocurría conmigo? ¿Qué me estaba pasando?

        - Elena ¿Te sientes bien? – mi actitud lo había alertado.

       - No Sr. Knight, lo siento mucho, gracias por venir a verme pero necesito hacer algo y debo irme – salí apresuradamente, no sabía si taparme los oídos o seguir la voz sin embargo era necesario que tomara rápido una desición.

¿Qué me sucedía? Primero los fantasmas,  pero lo superé, ahora alucinaciones, si seguía así yo misma terminaría internándome.

Mi única esperanza para terminar con todo era encontrar a Luca, no había otra solución, él era quién me estaba buscando, y llegué a pensar que todo se debía a que aún no tomaba el rumbo correcto para irse de este mundo.

Caminé hasta un parque cercano para aclarar mis ideas, pensé en Luca, en mí, en todo lo que había tenido que atravesar para llegar a ese momento, sabía que todo ocurría por algo y este era un ejemplo claro, ni en mis más oscuros y retorcidos pensamientos se me hubiera cruzado por la cabeza que me enamoraría de un fantasma, de un alma… finalmente de un muerto. Porque lo único que sí sabía era que estaba enamorada de él, y si no era amor debía ser algo muy parecido, no podía negarlo, no a mí misma, no en este momento.

Pasé largo rato ahí sentada, no entendía bien el cómo ni el porqué pero tenía el extraño presentimiento de que no debía irme.

El frío como siempre me había jugado una mala pasada pero esta vez estaba sola, sabía que tenía que mantenerme caliente, moverme, hacer algo, pero al final el cansancio me obligó a sentarme y poco a poco fui cayendo en un sueño largo y profundo, que pudo haber sido, además, eterno.

Cuando por fin reaccioné salté de un brinco, ya no me encontraba en el mismo sitio de antes y hubiera entrado en pánico si no fuera porque alcancé a ver a Luca al otro lado del lugar. Luego de unos minutos pude darme cuenta de donde me encontraba, era el ático del orfanato, el lugar al cual nadie venía por miedo a los fantasmas (y con eso incluía a las cuidadoras), me tranquilicé un poco pero de todas formas no pude alegrarme demasiado, Luca me miraba serio y lo sentía muy distante ¿Qué ocurriría con él?

- Luca…yo…- tartamudee un poco, aún no me reponía bien del desmayo.

- Te dije que tenías que tener cuidado, que sería problemático si mueres… – murmuró mientras miraba el piso.

- Lo lamento, pero es que te estaba buscando, necesitaba hablar contigo – quise acercarme pero me arrepentí, me parecía que no deseaba nada de mí - ¿Qué ocurre? - pregunté

- Elena – esta vez su voz sonó más fuerte que antes aunque con mucha menos convicción - fue un error venir aquí, nada de esto debió de haber pasado jamás - Sus palabras parecían salir de otro lugar, como si no fuera él quien las emitía, como si tan solo fuera el contenedor de un informativo

No respondí de inmediato, más bien lo miré detenidamente, quería encontrar a Luca dentro de ese extraño que estaba parado enfrente de mí.

- ¿Puedes hablar claro? Nunca me han gustado los acertijos… - dije titubeante.

- ¡Qué no entiendes Elena! – Gritó sin dejar de mirar el vacío – Nada de esto era real, nada.

Las punzadas en el pecho dificultaron mi respiración, ¿Quién era este extraño?, no lograba reconocerlo, no lograba entender nada.

- Entonces – esta vez tomé su cara entre mis manos obligándolo a mirarme - ¿Por qué me pedías ayuda? – recordé el motivo por el cual salí a buscarlo en primer lugar.

Aunque en un comienzo seguía sin mirarme, al terminar mi pregunta pude ver nuevamente esos ojos oscuros que reflejaban una gran sorpresa por mis palabras, pero que además, si te fijabas detenidamente, tenían guardada una enorme pena.

- ¿Me escuchaste…? – Musitó luego de un momento, pero inmediatamente después se arrepintió y  agregó – Creo que eres más especial de lo que todos creíamos…
Pude percatarme del “creíamos” sin embargo no me importó en absoluto, lo único que quería era que me explicara por qué, ¿por qué estaba así conmigo?

           - ¡Yo sé que soy especial!,  - grité antes que pudiera terminar de hablar – veo fantasmas, hablo con ellos, los protejo – me frené un poco, el dolor del pecho volvía – te veo a ti… ¿Lo recuerdas?

Y antes que pudiera seguir hablando me interrumpió con violencia:

            - ¡¡Tu asumiste que estaba muerto Elena!! ¿Qué no entiendes?
    
                Nuevamente el estúpido mareo…pero no, esta conversación era importante, no podía flaquear ahora.
           -¿Qué… eres entonces? – Mi voz sonó casi a súplica – Dímelo porque aunque quiera, no puedo creer lo que dices – recordé a la Sra. Munch, ella no podía verlo.

           - Elena yo… - se frenó nuevamente, quería ocultármelo al igual que la última vez, porque estoy segura que nunca pensó en decirme lo que pasaba, pero al final se decidió a continuar – yo… soy un Hunter.

¿Hunter? ¿Cazador?, busqué en el diccionario de mi cabeza y recordé “acción en la que se captura generalmente un animal”, no, no era lo que buscaba, seguí pensando “Planear y ejecutar una serie de acciones con el fin de atrapar a alguien, en especial a un enemigo para ajustar cuentas”, eso era.

             - Hun…ter – murmuré - ¿Y a quién… estas cazando? – mi bloqueo era casi total, nada tenía sentido para mí.

            - Yo no soy cualquier Hunter Elena, yo llegué aquí buscando algo muy especial, y lo encontré – su voz se fue quebrando, una pequeña lágrima rodó por su mejilla y junto con ella las mías comenzaron a salir de a montones.

            - ¿Qué encontraste?... ¿A quién encontraste? – grité con todas mis fuerzas, todo parecía llenarse de tinieblas a mi alrededor, ya nada me importaba.

          -  Mi objetivo – su voz sonaba vacía, sumisa y resignada, a estas alturas él respondería cualquier cosa.

          - ¿Yo? – temblé al decirlo


         - Si, Elena – luego de decirlo parecía haber terminado su cometido, quizás no quería hablar más pero ya no me importaba, yo quería saber toda la verdad.

           - ¿Qué tenias que hacer con él? – le dije sin quitar la mirada, quería ver su  expresión al responderme aunque la pena y la rabia me inundaran por dentro.

           - Estudiarlo, ganarme su confianza, y…-no pudo seguir, pero a era tarde para arrepentimientos, miró a otra parte nuevamente.

            - ¡¡Y qué!! – grité sin poder ocultar mi rabia.

            - Y…destruirla – esta vez apretó los labios y volvió a mirarme a los ojos.

        El tiempo se detuvo en ese instante, miles de imágenes cruzaron por mi cabeza… nuestro primer encuentro, la mañana que nos volvimos a ver, su cuerpo apoyado contra el mío…todo era parte de un plan, de una estrategia, todo calzaba, pero volví a recordar  la última parte “para ajustar cuentas”, eso no cuadraba, ¿Qué podía haberle hecho yo para merecer la muerte?

           - ¿Qué hice? – Pensé en su última frase – Pero más importante… ¿Por qué no me mataste?

           - Elena no hagas esto más difícil, quizás no debí decírtelo nunca pero merecías la verdad.

       - Si me ibas a contar parte de la historia mejor simplemente hubieras desaparecido, pero ahora estas aquí y tienes que hablar, ¿Qué hay en mí que era necesario matarme? ¿Qué tengo? ¡¿Qué soy?! – antes creía saberlo, ahora ya no estaba segura de nada.

          - Elena tú eres…la HIBRIDA PERFECTA.

               Ya no pude contarme más en pie, caí desplomada sin más fuerzas que las necesarias para mantener mi cuerpo con vida, mientras me desvanecía pude escuchar sus últimas palabras antes de irse  , pero él no entendía, no alcanzaba a comprender que de todas formas había cumplido su objetivo…esa tarde me había matado.


                       CAPITULO III (PARTE I)                     

NUEVA FAMILIA


 ¿Cuántos años han pasado ya 4, 5?, creo que perdí la cuenta, sucedieron tantas cosas nuevas y extrañas en tan cortos periodos de tiempo que no me acostumbro a la idea de que me voy de este lugar, justo en el momento que empezaba a formar parte de él.

              Luego del fatídico día en que me hice un enemigo a muerte, hubo un largo periodo de anarquismo social en mi vida, al encontrarme en el ático del “terror” todos se habían convencido que yo estaba loca o era bruja o todas las anteriores por lo que evitaban acercarse a mí, pero cuando comencé a salir por la noches llamando a la nada, llorándole al vacío terminaron por vetarme de sus vidas para siempre. Todo el sufrimiento y la soledad que en realidad estaba viviendo se lo atribuyeron a mi estado de “demencia”, mala suerte para mí.

            Volvieron a repetirse entonces los días de hospitales, las agujas, los scanners y los medicamentos. Pero a pesar de todos estos hechos desafortunados fueron dos sucesos alejados de estos sufrimientos los que marcarían mi vida para siempre.

El primero fue descubrir a mi mejor amigo, Claus, que incluso ahora es uno de los pilares fundamentales en mi paulatina recuperación. Y en segundo lugar, luego de que el Sr. Knight buscara por 9 largos meses finalmente encontró a parte de mi familia, específicamente mi tía por parte de padre, Rossette, ella luego de saber mi paradero comenzó inmediatamente los trámites de adopción, sin embargo, y debido  a la calidad de “prófugos” de mis padres sólo hoy es que tengo el permiso para poder irme a vivir con ella.      

            - ¡Elena!... Ya está todo listo para irnos – gritó de pronto el Sr. Knight desde su pequeño auto azul - ¿Te despediste ya de todo el mundo?

            - Creo que sí – respondí desde la puerta del orfanato – pero estoy esperando a Claus, dice que tiene que darme algo.

            - ¿El chico que es tu novio Elena? – respondió el hombre.

            -Eso fue hace mucho, hoy es mi EX Sr. Knight, es mi Ex novio – repuse yo algo molesta.

            - AH! Claro, claro – comentó al final mientras se bajaba del auto a mirar las llantas… por décima vez – apresúrate hija que osino te deja el avión.

            - Si, no se preocupe, debe estar por llegar. – repuse dando por finalizada la conversación.

            No estaba tan equivocada, luego de unos minutos llegó Claus. En sus manos traía una pequeña caja, de esas en las que vienen los anillos, y aunque intenté resistirme no pude ocultar mi curiosidad.

     - ¿Qué es? – dije mientras se lo quitaba de las manos.

            - Puedes abrirlo, es tuyo – su cara se volvió seria, o más seria de lo que ya estaba.

Al abrir la extraña caja pasé de la  curiosidad de un niño con juguete nuevo a una mezcla de sentimientos de pena, tristeza y rabia. Allí estaba, tal y como hace cuatro años se la había entregado a Claus… el collar que me habían dejado mis padres antes de marcharse.

- ¿Por qué me traes esto? – grité mientras tiraba el objeto al piso.

- Elena, es tuyo, tómalo – respondió mientras lo recogía del lugar donde había caído – es el único recuerdo familia que te queda y aunque me grites o me insultes el día que me lo regalaste como muestra de tu amistad pude darme cuenta de lo especial que era para ti.

- Tú no entiendes nada… - dije en un tono desesperado.

 Claus realmente no entendía nada, todo este tiempo haciéndole creer que me dolía conservarlo por no tener a mis padres cuando la única razón era como siempre… Luca. Al formar parte de mi historia con él, me hacía recordarlo y eso no me permitía liberarme de él, olvidarlo y dejarlo atrás.

Pero eso era cuento y punto aparte, fue hace ya 4 años, y me juré no volver a pensar en cosas dolorosas, ahora, luego de todo este tiempo rodeada de gente que realmente sabe lo que es el amor y el cariño me siento curada.

- Esta bien, me lo llevaré – mentí para que se quedara más tranquilo.

- Gracias Elena, significa mucho para mí – concluyó Claus y al momento de abrazarme para despedirse metí sigilosamente el collar en el bolsillo de su chaqueta.

- Hasta siempre Claus – terminé susurrándole al oído para luego subirme al auto que me llevaría a mi nuevo hogar.   

            Luego de unos minutos de fúnebre silencio el Sr. Knight rompió el hielo con una de esas siempre inoportunas preguntas:

- Elena, cuéntame, ¿Cómo va tu tratamiento? – dijo con mucha informalidad aunque ya sabía de sobremanera que le interesaba el tema.

- Bien Sr. Knight – dije mientras sacaba las píldoras de mi bolso y las hacía sonar en mis manos – controlado desde hace 3 años, sin una sola recaída.

- Bien, Elena, eso me alegra mucho. Tu tía ha preguntado por el dichoso tratamiento ya que cree que puede hacerte daño este cambio tan brusco, ya sabes… por lo que ocurrió la última vez.

La última vez, claro ¿Lo recuerdan? Yo hablando en el ático del orfanato con la “nada”, o por lo menos eso vio el huérfano que informó mi paradero esa noche. Al momento de llegar todas las cuidadoras yo me encontraba tirada en el piso, desmayada, y al despertarme cada frase que salió de mi boca preguntando por él fue utilizada luego en mi contra, para argumentar un posible brote de esquizofrenia.

Pero hoy todo es muy diferente, luego de todo este tiempo ya entendí que fue una estupidez de mi parte enamorarme de él, porque para ser feliz en el amor se necesitan de dos, y yo soy una familia de uno.

  Estaba pensando en todo esto cuando finalmente llegamos al aeropuerto. Me despedí de mi querido Sr. Knight, (porque sí, aunque sea un poco extraño e impertinente se ha preocupado de mi como un padre y se ha encargado de que todo el asunto legal sea un poco más llevadero), pude percatarme además que desde sus ojos habían pequeñas gotitas cayendo hacia sus mejillas, pero las escondió rápidamente.

- Elena, hija, ¿No se te queda nada?, ¿Llevas pañuelos?, ¿Preparaste comida para tu viaje, o te paso dinero?, ¿Llevas tus lentes y protector solar, chaleco? – decía mientras me arreglaba las cintas de mi cabello.

- Sí, claro, no se preocupe. Llevo todo lo necesario y lo que me falte lo tendrá mi tía de seguro – le respondí.

- Bien hija, creo que entonces aquí me despido yo, cuídate mucho, escribe seguido y si algo te molesta, sea lo que sea, te vienes o me mandas a buscar y yo estaré allí.

- Gracias – dije mientras lo abrazaba y pedía desde lo más sincero de mi corazón que nada malo le pasara ahora que yo no estaría. 

Entonces, antes que el sol se volviera a esconder tras las montañas, yo, me fui.   


                       CAPITULO III (PARTE II)                    

NUEVA FAMILIA

- ¿Luca? - Elena…Sal de aquí - ¡Luca!, ¿Por qué estás tú aquí? - De ahora en adelante somos enemigos Elena, tienes que cuidarte de mí, la próxima vez que nos veamos, tendré que matarte - ¿Porqué siempre dices lo mismo? - Elena, te voy a matar - No…Luca, ¡Luca!

- AAAAAAAAAAAAH!


- Señorita, disculpe ¿Se encuentra bien?


- ¿Qué? ¿Dónde estoy?


- Esta en el avión rumbo a Ravenholm ¿Está todo bien?


- Sí, sí, gracias. Perdón, tan solo tuve un mal sueño.


Un sueño. Nuevamente el mismo sueño. 


Me había quedado dormida en el vuelo y no me había percatado, probablemente a causa de las nuevas (y extremadamente fuertes) pastillas que tenía recetadas. Mientras sacaba un libro de mi maleta para hojear un rato me perdí nuevamente en mis pensamientos, estos últimos días habían sido tan agitados con lo de mi traslado que claramente me estaba afectando el sueño.


Explicar todo de golpe es tan extraño, darle un significado a lo que me ha sucedido desde el día en que se me reveló el extraño secreto de lo que soy realmente parece una hazaña casi imposible, sin embargo estoy decidida a limpiar mi mente, a ordenar los hechos. 

Luego que Luca se fue quedé devastada, eso es cierto, los hospitales volvieron a ser una realidad para mí, también es verdad, todos comenzaron a rechazarme nuevamente tal y como lo hacía la gente cuando vivía con mis padres, ciertamente sí, las cuidadoras me ignoraban, definitivamente. Pero aún así y a pesar de todo, ninguna de esta serie de catastróficas desgracias es realmente lo que recuerdo de aquellos años, al contrario, son las memorias más alegres las que al final se quedaron en mi conciencia hasta el día de hoy.  


Luego de unas semanas de la partida del Hunter acabé por convencerme que si antes había podido estar sola, entonces simplemente volvería a lo que hacía cuando todos me ignoraban, en las terapias con los psiquiatras me convencieron de que lo que yo veía no eran más que alucinaciones provocadas por la pérdida de mis padres, o por mi propia imaginación. En un principio intenté rechazarlos y abstenerme de tomar los medicamentos, pero poco a poco comencé a creer en esos hombres de bata blanca, después de todo, eran las únicas personas que escuchaban lo que tenía que decir, así que fui convenciéndome a mi misma que todo lo que había pasado era mentira, que lo que veía no eran más que engaños de mi cerebro. 


Para ayudarme solía esconder la cabeza entre las piernas cuando alguno de los espíritus llegaba hasta mí y me repetía una y otra y otra vez que no era real, que no estaba sucediendo. Al principio mis fantasmas me atormentaba, me suplicaban ayuda, algunos me empujaban y otros me hablaban con violencia, pero cuando les comentaba estas cosas a los doctores me explicaban que esas cosas las experimentan también otras personas con esquizofrenia o sicosis, ya que el cerebro puede ser bastante persistente cuando cree que lo que ve es real. 


Luego de pasado unos meses, cuando ya parecía que todos mis esfuerzos habían sido en vano y tendría que internarme, de pronto, de un momento a otro, dejé de verlos, dejé de sentir a los fantasmas. Fueron por estos días también que conocí a Claus.


Claus no era un chico común, o por lo menos no se parecía al resto de los del orfanato. Siempre tenía una sonrisa en el rostro, era el primero en los estudios, el más querido por los niños y muy hábil en todos los deportes que practicaba. Los rumores contaban que sus padres lo habían traído aquí de paseo y luego se habían olvidado de él, pero yo no creía algo tan absurdo como eso, ya había aprendido que los rumores sobre las personas son el 99% de las veces, falsos.


Una tarde en la que me encontraba más cansada de lo habitual me acosté en mi cama para descansar un poco, ese día en la mañana había tenido una cita con el médico y siempre me inyectaba cosas diferentes que me hacían quedar somnolienta.


Mientras leía el libro “Mujercitas” de Louisa M.S. me percaté que alguien me observaba desde la ventana. Por un segundo sentí miedo, pero ya había pasado tantos meses atemorizada de todo lo que me rodeaba que me obligué a mirar lo que era. Grande fue mi sorpresa al darme cuenta que detrás de la ventana semiabierta de mi habitación se encontraba este extraño chico, el que todos llamaban “Claus”; me miraba fijamente, pero al darse cuenta que yo también lo miraba apartó la vista y por un momento todo parecía haber acabado, sin embargo, no fue así. 


- ¿Qué haces ahí? – pregunté mientras me acercaba a la ventana.


- Nada… - dijo mientras empujaba las cortinas para poder verme más claramente. 


- ¿Por qué estas fuera de mi ventana? – dije mientras me apoyaba en el espacio rectangular que se formaba. 


- Simplemente te estaba observando, ¿Por qué no juegas con el resto de los chicos? – Preguntó repentinamente - Hace poco les faltaba una persona para completar los equipos.


- No creo que me hubieran aceptado, de seguro hubieran pensado que quedarían malditos – respondí no sin dejar entrever una chispa de sarcasmo.  
  
  - Podría haberte ayudado a entrar…-dijo mientras se acercaba un poco más hacia mi rostro.



Cuando me di cuenta de la forma en la que estábamos hablando algo casi instantáneo me hizo pensar en la mítica escena de Romeo y Julieta de William Shakespeare, aquella en que se encuentran en el balcón, y me fue imposible no sonreír ante una idea tan absurda como esa.




-¿Qué pasa? – preguntó Claus al darse cuenta que había perdido mi atención por unos instantes.


- Nada… - dije intentando imitar su primera respuesta.


- Realmente no eres como todos dicen – dijo mientras terminaba de escalar la ventana para entrar a la habitación, ventana que por cierto era bastante alta dado a la plataforma en que estaba construido el orfanato – la primera vez que pregunté por ti quedé con la impresión  de que eras una especie de bruja-demonio-trastornada, pero no eres nada parecida a algo así.


- Tú… ¿preguntaste por mí? – dije algo desconcertada.


- He… si – miro por un momento al piso, pero luego volvió a mirarme a la cara – ya sabes, por lo de los rumores y todo eso, la verdad es que nunca los creí porque el 99% de las veces son falsos, por eso quería hablar contigo y conocerte un poco ¿Está bien?


- No lo sé… - me había tomado por sorpresa, esta persona parada enfrente mío no me tenía ningún miedo, al contrario, quería conocerme ¿No era eso desconcertante? – si tu quieres, creo que está bien… Pero ¿Por qué quieres conocerme cuando pareces estar rodeado de tanta gente?


- No lo sé… solo sé que irradias algo extraño que me atrae, como una paz, una luz que nadie más tiene en este lugar – luego se frenó un poco y me sonrió – por cierto es un cumplido, creo que eres especial, pero en el buen sentido.


- Vaya es primera vez que me dicen algo así – toda mi vida la gente me asimilaba a cosas oscuras, misteriosas, como los duendes y las brujas, por eso era extraño escuchar eso – Entonces, creo que diré “Gracias”.


- Entonces yo diré “De nada”.


Desde ese día que Claus, nunca más se separó de mi lado. Como no se me permitía comer con los demás, comenzó a escabullirse para acompañarme a desayunar y almorzar, me sacaba a pasear por el patio y a cambio yo le leía los libros que el Sr. Knight me traía de regalo, no porque no supiera leer, sino porque decía que era más entretenido cuando lo hacía yo. No había día en que no viniera a buscarme para hacer algo nuevo, su personalidad era impulsiva y extrovertida, siempre quería salir a algún lugar nuevo y debido a su excelente comportamiento tenían un trato muy especial con él las cuidadoras y cada vez que pedía algo, se lo concedían, era algo así como el niño consentido.


Poco a poco se hizo más cercano a mí, los días pasaron, los meses, los años, nos fuimos haciendo más grandes, maduramos juntos y aunque nadie entendía cómo el chico más amable de todo el orfanato podía pasarse el día con la loca del lugar, a él no le importaba y debo decir que yo disfrutaba de la atención que me entregaba.


Se transformo lógicamente en mi mejor amigo, apreciaba muchísimo todo lo que hacía por mí, había sido la mano salvadora que me había sacado de la soledad en la que me encontraba y en la que finalmente me hubiera hundido completamente de no haber sido por su ayuda, él por su parte comenzó a llamarme “LENA” de cariño. Hubo un momento en que ya parecía que era la parte más fundamental de mi vida, que no había nada ni nadie más importante que él… o por lo menos eso creía yo.


A lo largo del tiempo también conocí un poco más de su vida, como bien lo suponía los rumores de su llegada al orfanato no eran más que mentiras. La verdad era que sus padres habían muerto cuando él tenía apenas 4 años en un accidente de autos del cual él salió ileso gracias a la protección de su madre. Aquellas personas que lo habían traído no eran otras que los que los policías que lo habían rescatado.


Otra cosa importante que supe es que su nombre no era Claus como todo el mundo le decía, sino Nicklaus, el mismo nombre que su abuelo, un extranjero que había llegado a la ciudad escapando de la guerra. Me contó sobre sus deseos de convertirse en músico y yo me quedaba escuchándolo atentamente, proyectando con él sueños imposibles para cualquier ser humano, pero que nos transportaban a otro mundo, un mundo de fantasía, de posibilidades infinitas, de alegría, de irrealidades, uno en el que no éramos dos huérfanos sin padres y sin familia, sino tan solo Elena y Nicklaus.


                       CAPITULO VI (PARTE I)                    

SUCESOS EXTRAÑOS, NUEVA VIDA

Dos horas y treinta minutos me tardé en llegar a mi destino, había sido un vuelo tranquilo y sin complicaciones, pero mi nula experiencia en los aeropuertos no lograba mantenerme del todo tranquila.

Lo único que sabía era que debía esperar a mi tía, ella me había dado algunas de sus características físicas pero por más que la buscaba no lograba dar con ella. 

- Recuerda… era pelo castaño oscuro, de unos cuarenta años y vestida de blanco ¿Qué tan difícil puede ser?

Por un momento perdí todas las esperanzas de encontrarla rápidamente y me iba a resignar a esperar hasta que ella me encontrara a mí. Me senté en una de las bancas y vi a un niño jugando con una pelota, me mantuvo entretenida largo rato, parecía feliz, despreocupado y quise ingenuamente contagiarme de su espíritu alegre.

- ¡Elena! – escuche gritar de pronto a una mujer. 

Al voltearme me percaté que una hermosa mujer de ojos celestes me miraba con una gran sonrisa en el rostro.

- ¿Tía Rossette? – dije en un tono de incredulidad.

- ¡Si! Elena soy Rossette, tu tía Rossette – respondió mientras se acercaba a abrazarme cariñosamente.

- Dios… eres muy linda tía… y joven – dije algo aturdida.

Se rió un poco de mi comentario, parecía feliz pero también algo preocupada, pero no quise hacer ningún comentario al respecto.

- Bien Elena, de ahora en adelante no te preocupes por nada más porque como tu nueva tutora me encargaré de todo lo relacionado a ti – hizo una pausa para tomar su celular (el cual yo no tenía) y me miró por un momento como buscando algo – empezando por tus maletas.

Cuando terminó su oración, dos hombres aparecieron de la nada y se llevaron mis maletas. En primera instancia intenté detenerlos pero luego que mi tía aclarara que eran sus guardaespaldas los dejé hacerlo.

- ¿Guarda…espaldas? – volví a usar el tono incrédulo de antes.

- Elena… no quise decírtelo antes para no asustarte, pero nuestra familia no es como cualquier otra, necesitamos esta clase de protección – suspiró y puso su mano en mi hombro – no te preocupes de nada mi niña, no es que estemos en peligro, es simple precaución, mi marido, o sea tu tío Andree, maneja una empresa grande en el extranjero y le gusta estar resguardado ¿Ok? – y terminó diciendo con un tono un  poco más trivial – bueno, bueno, pero tu vienes llegando, me he perdido casi 19 años de tu vida y no quiero seguir asiéndolo mi pequeña, vámonos ahora a casa para que te presente al resto de la familia.

- 18 – dije un tanto confusa

-¿Cómo Elena? – dijo mi tía mientras me miraba. 

- Se ha perdido casi 18 años… voy a cumplir 18 la próxima semana, no 19.

- Ha… - se pausó y meditó un momento – perdón creo que me confundí con los años, que torpe. – y terminó riéndose nerviosamente.

Cuando el Sr. Knight había contactado por primera vez a mi tía recuerdo que me advirtió de su situación económica… la verdad es que sabía que me encontraría con una casa un poco más grande de lo normal, pero nada de lo que pudieron describirme se comparaba con lo que hoy estaba ante mis ojos.

Luego de nuestro encuentro en el aeropuerto, mi tía me condujo al auto que nos llevaría a la casa. El hombre que conducía parecía muy concentrado y por más que quise saludarlo no me respondió.

- No te preocupes Elena, él normalmente es más amable pero tu belleza de seguro lo intimidó – dijo la tía Rossette riendo al ver mi cara de decepción.

Comenzamos un recorrido que me pareció por lo demás bastante largo, pude darme cuenta que rápidamente nos alejábamos de los suburbios para adentrarnos más hacia el campo y el bosque; esto me tranquilizó enormemente, imaginé que el Sr. Kinght había exagerado como siempre y me llevarían a una casita en medio de un prado como la de las revistas, o quizás un pueblito amable con pequeños almacenes y colegios donde todos se conocieran y pudiera seguir estudiando más normalmente de cómo lo he hecho hasta ahora. Que ingenuo y poco realista pensamiento, ¿Cómo puedo ser tan ciega? debería estar acostumbrada a que nada en mi vida va nunca a calificar de “normal” pero supongo que aún me resisto a ello, y ahora que lo medito con calma me doy cuenta que el guardaespaldas y el chofer debieron hacerme entender lo que era la realidad. 

El lugar al que llegamos increíblemente era un pueblo, pero eso era todo lo similar que tenía con mi imagen mental, el  chofer, luego de parar en un gran portón de metal, ingresó una clave y se abrieron las puertas, entramos y tomamos una de las calles que estaban hacia a la izquierda.

- ¿Qué fue eso? ¿No puede entrar cualquiera a  Ravenholm? – le pregunté a mi tía que había estado muy callada hasta entonces.

- No Elena, creí que el Sr. Knight te contaría – hizo una pequeña pausa para arreglarse el cabello - Ravenholm es un pueblo muy antiguo y sólo pueden entrar las familias fundadoras – miró su reloj un momento – en principio fueron 7, por lo que eran simplemente casas en medio de la nada, pero con el correr del tiempo se fue agrandando y ahora se transformó en una mini-ciudad, privada.

- Osea, ¿Todos son medios parientes? – respondí sacando algunas rápidas conclusiones.

- No precisamente, pero creo que te vas a aburrir si te cuento toda la historia, mejor esperas a conocer el lugar de a poco para que te acostumbres y no sea un golpe tan fuerte – miró por la ventana un momento – mira ya llegamos.

En el rato que estuvimos conversando efectivamente habíamos llegado a la “casa” de mi tía, y lo digo así porque no sé precisamente cómo llamarla… desde el portón de entrada a lo que llamaremos por ahora “casa” nos demoramos prácticamente 5 minutos en auto, además estaba lleno de arboles que hacían aún más misteriosa la entrada, y el antejardín del lugar era del porte del orfanato…con el patio incluido. Bien, creo que encontré la palabra precisa que describe la morada mi tía y definitivamente es “castillo de cuento” ya que siento que simplemente mansión no la describiría por completo.

Salí del auto y me quede contemplando todo, había un aire colonial y gótico en toda la decoración exterior, como los de los cuentos de Drácula. Intenté no quedarme con la boca abierta pero supongo que era inútil porque mis ojos describían perfectamente lo que sentía.

- ¿Esta es tu… casa? – le dije a mi tía mientras intentaba no moverme, tenía la impresión que si lo hacía podía opacar la majestuosidad del lugar.

- Nuestra casa Elena – dijo seriamente - de ahora en adelante es nuestra casa, tus cosas ya están acomodadas en tu pieza y todo el mundo aquí está para servirte, no tengas miedo de pedir nada porque nadie aquí te negará la ayuda – entonces se acercó a mí y me tomó del brazo – ahora vamos a presentarte a todo el mundo.

Mientras me conducía hasta la entrada, me fijé en una pequeña figura que nos miraba, era un hombre, por la forma de pararse, me perdí un momento mirándolo pero rápidamente me voltee de nuevo, mi tía parecía ansiosa de contarme más cosas. 

Entramos y me quede un momento mirando las gárgolas de las paredes, en un comienzo me parecieron algo tétricas pero luego misteriosamente me agradó cómo se veían. El salón completo estaba ambientado en el siglo pasado, los cuadros, los sillones, incluso las lámparas parecían antiguas y coloniales.

- Vamos al salón, ahí esperan todos – dijo de pronto mi tía y me condujo hacia una de las puertas.

Al otro lado, efectivamente, se encontraba una gran multitud de gente, al verme entrar, todos guardaron silencio, serían unas 20 o 30 personas, adultos mayores que yo en su mayoría pero también habían algunos jóvenes. Todos estaban tan perfectamente vestidos con vestidos de gala y terno, que por un momento sentí vergüenza de lo que llevaba puesto, pero no podía hacer nada más que sonreír, no quería que se notara nada de lo que estaba pensando.  

  Una de las primeras que me recibió fue una chica que parecía de mi edad, era la única del grupo que llevaba ropa informal pero no por eso se veía de un perfil más bajo, al contrario, tenía una de las caras más perfectas que había visto hasta ahora en una mujer. Todo ese ambiente me hizo sentir inevitablemente incómodo y algo tensa.
   
- ¡Elena! – Gritó mientras me saludaba, su tono fue tan familiar que hasta parecía que me conociera de toda la vida – es mucho más linda de lo que dijo el hombre gordo Rossette (¿hombre gordo? ¿El Sr. Knight?) – Dijo dirigiéndose a mi tía que miraba a todo el mundo con sonriente - ¿Quieres que te presente a todos?

- Gracias… - “pero parezco una campesina entre todos ustedes, no estoy acostumbrada a que la gente me hable, prefiero irme a mi habitación” eso era lo que quería decir, pero era imposible que alguna de esas palabras saliera de mi boca – está bien.

- Bien, vamos, por cierto me llamo Elizabeth, soy hija de Rossette por lo que somos primas – respondió con una sonrisa.

Todos me saludaron con el mismo entusiasmo que Elizabeth, igual de familiares, y aunque seguía con la misma sensación de inferioridad que en un principio ahora era más manejable. Se presentaron como amigos de la familia, y recordé lo que me dijo mi tía en un comienzo, lo de las familias fundadoras y quise preguntar, pero por costumbre, preferí quedarme en silencio.

De pronto cuando ya la fiesta no parecía tan centrada en observarme y Elizabeth se quedo conversando con un chico me aparte del grupo y fui a una pequeña terraza para observar un poco más calmada la situación. Me quede parada observando la luna que ya comenzaba a divisarse, tres o cuatro horas antes era la huérfana sin padres que vivía en un orfanato en el que nadie aparte de su mejor amigo le hablaba, ahora, se encontraba en un castillo de desconocidos que le prometían un cariño y apoyo incondicional, sin mencionar a los parientes cariñosos y amables. ¿Es que realmente esto estaba pasando o era producto de mi imaginación? ¿Me habría muerto en el viaje en avión y ahora estaba en un mundo alternativo en donde si tenía personas que me querían? ¿O habría tenido una recaída y ahora estaba delirando en un hospital? La cabeza me daba vueltas, pero por más que lo negara esto estaba pasando, sentí deseos de vomitar pero me resistí para no alarmar a las personas que se estaban mostrando tan buenas conmigo, se me entumeció la espalda y me costaba mover las manos, creo que no había asimilado aún lo que estaba ocurriendo y mi cuerpo me lo estaba diciendo a gritos,  sentí como se me apretaba el corazón y unas tibias gotas caían de mis mejillas, pero no me permití continuar.

- Sólo has llorado una vez en tu vida y no te permito volver a hacerlo ¿Recuerdas, Elena?, las lagrimas no sirven para nada, esto es algo bueno, no deberías llorar – me dije mientras limpiaba cuidadosamente mi rostro.

Seguí mirando la luna que ya se había puesto por completo, esta noche estaba llena y se veía más hermosa que nunca, pero una voz no me dejó continuar en lo que estaba.

- ¿Acostumbras a hablar sola? – dijo alguien desde el rincón oscuro de la terraza, pude notar la sombra de un hombre.

- Perdón, creí que no había nadie, lamento molestarlo – intenté irme porque la verdad me había asustado un poco, pero antes de salir el hombre me tomó del brazo.

- Perdón, no quise asustarte Elena, la verdad es que me sorprendiste esperaba algo muy diferente – mientras lo decía se acerco cada vez a mi rostro, aunque no pude verlo claramente por lo oscuro del lugar sentí como el calor de su respiración llegaba hasta mi cara – creo que… eres más interesante de lo que creí… por cierto, ¿Aún vez a los fantasma o esos extraños humanos ya te convencieron de que no existen?




                            CAPITULO V                              

SENDERO EN EL PATIO TRASERO

Sé que sonaba entusiasmada en la noche, pero es una locura, ni siquiera creo que sea real, entonces ¿Cómo lograría cumplir mi promesa?

- Señorita Elena, ¿Se encuentra bien?

- ¿Hum?... a disculpe, sí me siento bien, ¿Necesita decirme algo? – respondí de forma algo atolondrada

- Le pregunté si quería un poco de leche en su café Srta. – aclaró el criado luego de acercar el jarrón de leche.

- No, gracias, así está bien – dije torpemente.

- Elena ¿Te sientes bien? – Preguntó Rossette desde el otro lado de la mesa – estas algo distraída desde la mañana ¿Te ocurrió algo? ¿Alguien te molestó de alguna forma?
  
- No, Rossette, de ninguna manera, creo que es el cambio de aire, es sólo eso – dejé los cubiertos sobre el plato para indicar que había terminado – Disculpa tía, me gustaría ir a visitar el enorme patio de fondo ¿Puedo retirarme?

- Claro, Elena, no hay problema, pero no olvides que hoy en la tarde vamos a inscribirte en el Instituto de Ravenholm.  

- ¿Instituto? – Recordé mis recién cumplidos 18 años.

- No te preocupes, es sólo el nombre, como sabes, todos aquí tienen profesores particulares hasta los 18 años y luego entran a lo que sería la ”universidad” pero como es su primera experiencia con gente le llaman “instituto” – dijo de una forma en que parecía algo de lo más normal.

- Ya veo, entonces me prepararé en la tarde para ello.

- Además recuerda que Eli quería presentarte a sus amigos esta noche en la fiesta que dará la familia Riddlelock.

- Sí, claro - ¿En qué momento me lo habrá dicho?, pensé – estaré aquí temprano no te preocupes – y luego de una pequeña reverencia me retiré por la puerta trasera.

Salí lo más rápido que pude, intentando a la vez no parecer desesperada y comencé a caminar por el patio simulando mirar las flores. 

- Te demoraste demasiado Elena, terminé de contar las flores hace horas – dijo Rose corriendo hacia mí.

- Lo lamento, no pude salir antes, ahora dime, ¿Hacia dónde hay que ir?

- Hacia allá – dijo señalando el límite de la propiedad de mi familia y donde comenzaba un tupido bosque de Alerces.

- ¿Segura? – Esperé su afirmación con la cabeza – Bien, entonces vamos. 

Partimos entonces a paso rápido, Rose me tomó de la mano y yo la apreté levemente.

- Elena – dijo de pronto - ¿Es verdad todo lo que dijiste anoche?

¿Anoche?, Oh, claro, con el alboroto de la mañana lo había olvidado. Ayer, luego de que mi llanto se hiciera más ligero y yo pudiera hablar, le prometí a esa pequeña niña tan parecida a mí que la ayudaría en lo que quisiera, a pesar de no saber si era una alucinación seguía viéndose como una indefensa y abandonada niña de 10 años, ella a su vez me habló de su madre, me dijo que se llamaba Rose al igual que ella y, aunque sí se sabía muerta, no recordaba bien desde cuándo.

- Claro que es cierto ¿Ya estamos aquí no? – Respondí dirigiéndole una sonrisa – y dime, ¿Desde cuándo sabes de mí? – Recordé cuando dijo que su madre la había mandado conmigo - ¿Tu mamá también murió?

- Sí, mi mamá murió no mucho antes que yo, el último recuerdo que tengo es uno en el que estoy con mi hermano, luego llegué hasta donde ti guiada por la luz de mi mamá, tú estabas muy triste en ese entonces, y llorabas mucho, además cuando intentaba acercarme solías decir las misma palabras que anoche y como me daba miedo, prefería irme. 

-¿Te…. Daba miedo? – “Los fantasmas no existen”, lo repetí tantas veces que ya no recuerdo cuando comencé a hacerlo.

- Sí, y esos hombres de bata blanca me daban más miedo aún, sobre todo cuando te acompañaba a esa sala fría y fea donde te decían que nada de lo que veías era real – su cara se fue tornando algo triste, como si fuera a ponerse a llorar – y yo intentaba gritarte “Elena, es mentira, ellos son unos mentirosos y se van a quedar sin cenar por eso”, pero tú ya no me veías. 

- Ya veo… - Qué bien recordaba todo eso, los médicos, exámenes  y las constantes sicoterapias – Pero ¿Por qué puedo verte ahora? – mi pregunta era más retórica, sin embargo ella me respondió

- Aún no lo sé, pero creo que es algo de este lugar, tiene algo muy extraño, mamá me dijo anoche que para encontrar la verdad debíamos venir a este aquí, pero no sé a qué se refería – su voz sonaba preocupada, y por un momento olvidé sus diez años y la vi cómo una mujer grande.

- Entonces lo único que nos queda es llegar a ese lugar – sentencié.

Caminamos largo rato por el sendero del bosque, luego de unas horas y por no haber tomado desayuno correctamente comencé a tener hambre.

- ¿Podemos parar a comer un poco?  - pregunté a Rose.

-¿Comer? – Frenó un poco a pensar lo que había dicho – Ah, claro Elena, debes comer.

- Es cierto, ¿Tú no comes?

- Elena ¿Aún no sabes algo tan sencillo de la gente muerta? – dijo algo malhumorada.

- Perdón, es que en realidad recuerdo muy pocas cosas de mi infancia, sólo algunos fragmentos – hubiera querido decir “los peores fragmentos”.

- Ya veo, los medicamentos bloquearon tus recuerdos, pero en realidad sí puedo comer, es sólo que no lo necesito porque no siento hambre y no me servirá de nada.

- Claro… - dije y procedí a mascar una de las manzanas que había traído antes de salir, me quede viendo sus ojos, tan oscuros como la misma noche, sin brillo alguno, pero tan, tan, profundos e hipnotizantes.

Continuamos caminando y ella siguió conversando, ahora estaba más parlanchina que antes y me entretenía con las historias de él y su hermano, que al parecer era muy unido a ella. 

- Elena, hace un rato te hice esa pregunta, porque desde que dijiste que me ayudarías a buscar a mi mamá estas muy rara, no dormiste en toda la noche y luego cuando te fueron a despertar le mentiste a esa señora y le dijiste que estabas bien a pesar de haber llorado además de que me pediste que saliera al patio hasta que tu llegaras – dijo Rose con preocupación.

- Ah… si, no te preocupes, no es necesario que ella sepa esas cosas sobre mí ¿Sabes?, es que la gente se asusta de las cosas extrañas y no quiero asustarlas a ellas, y a ti te saqué sólo por seguridad, puede ser peligroso que estés en la casa.

-Pero si nadie aparte de ti me ve Elena, tu sabes eso.

- De todas formas, no podría andar tranquila contigo a un lado ¿Entiendes? – aparte de lo incómodo que resultaría.

-Sí, te entiendo, es sólo que eres la única persona con la que puedo hablar porque con mamá ahora no es lo mismo, no puedo hablar con ella realmente, son sus señales las que sigo, pero contigo es diferente. 

Su cara volvió a tornarse lúgubre como antes, pero no duró mucho, pues de un momento a otro abrió los ojos como si hubiera visto al mismo demonio. Intenté ver en su misma dirección pero no vi nada, entonces pregunté:

- ¿Qué sucede Rose, qué viste? – Y seguí mirando hacia el lugar. 

- Elena, Elena, lo lamento, no puedo decirte ahora, pero me tengo que ir, en serio lo siento – Respondió Rose mientras me soltaba la mano y retrocedía unos pasos.

- Rose, tranquilízate ¿Qué te sucede? – Intenté seguirla, pero comenzó a correr en dirección opuesta y luego… desapareció - ¿Rose? ¡¿ROSE?!

Nada, se había ido. Me quedé parada esperando su regreso, seguí mirando de cuando en cuando la dirección de la que parecía provenir lo que la asustó pero no se veían más que árboles y luego de dejar pasar algunos minutos recordé mi compromiso con Rossette.

- No puedo esperar más… ella no va a volver.

Comencé a caminar de regreso a casa, me sentía triste al no saber lo que le había pasado, aún no tenía claro si era real o una alucinación, pero no por eso dejaba de preocuparme.

Miré nuevamente al cielo – si no me apuro anochecerá antes que llegue a casa – pensé. Apresuré el paso, la neblina se hacía más y más densa dificultando un poco mirar el camino, mi delgado abrigo ya no provocaba el efecto que debía y comencé a sentir frío, decidí entonces empezar a correr y así matar dos pájaros de un tiro.

- Qué frio, qué frío, qué frío… - me llevé las manos a la boca y empecé a soplarlas para darles algo de calor.

Paré un momento para descansar y tomar aire, odié mi costumbre de llevar ropa ligera aún cuando contaba con otra más abrigada… pero los chalecos grueso y enormes me sofocaban.

Retomé la carrera y divisé a lo lejos la salida, ya estaba cerca por lo que comencé a correr un poco más rápido. 

- Al fin…

No terminé la frase, la sombra de un hombre apoyado contra un árbol me detuvo. El sujeto estaba justamente en la salida del lugar y me acerqué sin dejar de trotar intentando ser natural y pasar de largo como si no lo hubiera visto.

- Como Elizabeth nos detuvo pensaste que te habías librado de mí ¿No es cierto?      

Reconocí la voz de inmediato, intenté continuar pero él comenzó a caminar y llegó a mi lado rápidamente, me voltee pero para mi mala suerte nos quedamos de frente.

- Disculpe, no quise molestarlo la otra noche – intenté decir rápidamente - con su permiso, necesito llegar a mi casa – Quise pasar, pero al igual que la última vez, me detuvo.

- ¡Disculpe, disculpe, disculpe! ¿Siempre te disculpas tanto Elena? – Respondió mientras tomaba mi cara con una de sus manos - Ya no eres una niña pequeña, sola y asustada que perdió a mami, ¿Cuándo te vas a dar cuenta que necesitas madurar?

Su forma de hablar tan burlona y su cinismo para decir las cosas lo hacían una persona irritante y poco confiable, pero a pesar de ser tan repulsivo debía admitir que… tenía razón.  Desde que había comenzado el tratamiento mi personalidad había cambiado mucho, no era ni la mitad de lo que fui cuando niña, las terapias lo único que lograron fue tornarme una persona insegura y ahora pagaba las consecuencias. 

- No sé de lo que habla- mentí – Pero en verdad necesito pasar Señor… - me detuve, ¿Cómo se llama este tipo? – Señor. – repuse al fin.

 Intenté no cruzar nuevamente las miradas, a pesar de mi respuesta, sus palabras me habían herido bastante y sólo pensaba en irme. Para hacer mi tarea más fácil comencé a observar un pequeño pajarito que cantaba sobre un árbol. Al notar esta actitud en mí, pude sentir como el sujeto se acercó más y más, giró para acomodarse por detrás de mí y luego de inclinarse levemente hacia adelante, acomodó su cabeza a un costado de la mía.

- ¿Qué es lo que ves tan detenidamente? – el tono en su voz volvía a cambiar, como si esta vez se tratara de alguien más amable que el anterior. 

Tragué saliva, sus constantes cambios de personalidad me hacían dudar aún más de él, intenté darme algo de valor a pesar de que su actitud me acobardaba un poco, sobre todo porque no podía confiar en él para nada. 

- No veo nada en especial, solo observaba… el paisaje – dije mientras miraba al piso.

- Oh…Entonces no tiene relación con mi idea de que no quieres verme a la cara ¿Cierto? 

Me quedé mirándolo y me sonrió con malicia, incluso un gesto tan servicial como una sonrisa él podía transformarlo en algo perturbador.  Seguí observando, hasta ahora no había podido verlo claramente pero teniéndolo tan cerca pude darme cuenta de muchas cosas que no había percibido, por ejemplo, era mucho más joven de lo que creí, no era para nada un señor mayor, a pesar de la ropa formal que llevaba no debía tener más de 20 años, las facciones de su rostro eran extremadamente varoniles, estilizadas con la delgadez de su cuerpo, su boca armonizaba completamente con la cara y sus ojos… sus ojos…

- Me estas mirando como acosadora Elena, si necesitas verme, dime y me acerco todo lo que necesites – me dijo volviendo a usar sus toquecitos de sarcasmo.

Este poco cortés comentario me hizo bajar de nuevo a tierra y recordar el motivo por el que me iba en primer lugar, debía llegar rápido a casa  y no podía seguir retrasándome con tanta palabrería. 

- Qué grosero, ¿Eres así con todo el mundo?, lo único que quiero es que dejes de acecharme porque no te conozco y tampoco quiero hacerlo, ya me disculpé por lo de ayer y si te molesta que sea cortés contigo entonces lo dejaré de hacer así que puedes largarte ahora por donde llegaste – y luego de decirlo me eché a andar nuevamente con toda la seguridad que había perdido unos minutos atrás.

Para mi sorpresa no me siguió, se quedó parado observándome con las manos en los bolsillos, sólo cuando ya estuve a una distancia de él me gritó:

- ¡No me molesta!

-¿Qué? 

- No me molestan tus disculpas y tu cortesía Elena – luego poniendo una expresión un poco más seria agregó – Y no pienso largarme a ningún sitio.

Después de eso dio media vuelta y se acercó lentamente hacia el camino del que yo a la vez me iba alejando.

2 comentarios:

  1. siiii ahora si va wiii!!! jajajaja xD ahora puedo comentar!!! jajajaja xD pos a verrr a si QUE ME ENCANTOOOOO!!!! y ademas estoy happy pq has sacado new capi jajaja xD un besitooo wapisimaaa!!!!

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  2. comentario del CAPITULO II (PARTE II):

    Pobreeee que injustoo quiero saber que pasaaaa pobre elenaaaa TT^TT la hibrida perfecta?? mmm quiero saber q pasaraaaa ajaajajaj xD aichhh eres malaaa me dejas con la dudaaa :((( jajajaja xD publica YAAAAAA jajajaa xD un besitoooo wapisimaaa!!!

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Gracias! *.*, justo ahora haz usado tu tiempo en hacer feliz a una persona :D